martes, 31 de marzo de 2015

Magia del mar

Gatsby. Así soy yo. Si me lo preguntas hoy, esta tarde de abril bajo el cielo anaranjado de Madrid, te diría que, efectivamente, soy Gatsby. Llámalo evocación, reencarnación, imaginación, identificación. Me da igual el término. Yo me siento Gatsby lo denomines como lo denomines. Mientras respiro el olor del calor que entra por mi ventana, cierro los ojos y repito, soy Gatsby, soy Gatsby, soy Gatsby... Su espíritu me ha invadido por dentro, justo por la zona del pecho, oprimiéndome y dejándose notar especialmente por las tardes, a la hora del atardecer, frente a la ventana de mi habitación. Es entonces cuando Gatsby, en mi interior, golpea y lucha por salir a la luz, gime y se mofa de que ha conseguido entrar, me acusa de no saber echarle y amenaza con irrumpir en mi mente con los recuerdos del pasado, a los que se agarra para sobrevivir dentro de mí. Es en ese momento cuando embobada miro el cielo primaveral, e intento hacer caso omiso de Gatsby, sin éxito. Él sabe que le escucho, y, aunque no le permito dejarse ver, representa en el pequeño teatro de mi alma todas las escenas que ha arrastrado consigo para hacerme daño, para resucitar. 
Sé que debo deshacerme de él, depurar mis recuerdos para que se desvanezca de una vez por todas... Pero, por más que intento tejer nuevas vivencias, pensamientos, experiencias, Gatsby permanece, como una sombra que ha aparecido para ligarse a su amo por siempre jamás. 
Su forma de vivir en mi alma es traicionera. Con perfidia me hipnotiza para que me sumerja y contemple las imágenes color pastel que conformaron lo que una vez fui, y que él se empeña en recordarme. Las imágenes desgastadas y deslumbrantes de una infancia que se escapa por momentos, y que, cual Dafne, jamás podré atrapar, aun corriendo con todas mis fuerzas y ansias apolíneas... Gatsby me recuerda que lo que persigo es lo que he vivido, y pasa a mostrarme con una sonrisa malvada los fotogramas de lo que parece ser un faro eterno de color blanco, que contempla el amanecer de una ciudad bañada por el mar calmo y salado del Mediterráneo. La ciudad se despereza entre el suave rumor de las conchas deslizándose junto a la orilla del mar, las primeras tumbonas que se aventuran a estrenar la jornada de playa, los negocios abriendo, las ranitas del parque salpicando a modo de fuentes sus azulejos históricos, los primeros churros y porras de la mañana sirviéndose junto a chocolate caliente... la ciudad ha revivido tras su sueño nocturno.
Gatsby me toca el hombro y me señala el desayuno sobre la mesa de la terraza, ya preparado bajo el reluciente sol andaluz, y me siento para contemplar una vez más el mar que une nuestra variopinta ciudad con otro continente... La superficie brilla y llama la atención de gaviotas que se aventuran a probar suerte e intentar desayunar, sumergiendo su pico con rapidez en alguna ola fortuita que pasa. Gatsby me sigue molestando, y me señala esta vez a una versión más pequeña, más inocente de mi persona, que, de la mano de su abuelo, degusta el delicioso chupa-chups que le acaba de regalar tras bajar a por el periódico. Juntos se sientan a mi vera para sorber el colacao, una sobre el regazo del otro, mecidos por la brisa marina con olor salado, y contemplados por un sol radiante, testigo de una vida que pronto echará en falta esos momentos tan dulces y lejanos.
- Es hora de irse...
Gatsby me devuelve a la realidad, sentada en mi habitación frente a la ventana, contemplando ensimismada y con la mano en el pecho, el cielo anaranjado de Madrid. Gatsby sigue ahí, fiero y dispuesto a arrastrarme de nuevo a los recuerdos, los cuales supusieron su propia perdición. Espero que de todas formas no supongan también la mía... Antes de abrir los ojos para regresar a mi rutina, vuelvo a agarrar una vez más las manos cálidas de mis abuelos, mientras contemplamos desde aquella terraza nuestro lugar favorito en el mundo... "¡Oh, ciudad encantada por la magia del mar!".


lunes, 2 de marzo de 2015

Imaginando dragones...


Cuando éramos pequeños, en casa jugábamos a aprender una palabra nueva cada noche. Una de ellas se me grabó a fuego en el alma, de tan gran impresión que me causó, y desde entonces jamás se me olvidaría, aunque no fue sino hasta hace unas semanas cuando la entendí por completo. "Inefable", según me enseñaron en estas caseras lecciones de vida, se dice de aquello que no puede ser expresado con palabras, explicado, o comunicado, de tan perfecto y superior que es para nuestro limitado alfabeto. Inefable... como yo he sido siempre una amante de las palabras, este término no tenía sentido para mí, hasta que descubrí  a Imagine Dragons y degusté desde hace tan solo una semana su nuevo y segundo álbum, Smoke + Mirrors. Primero, dejad que os invite a escuchar una de mis canciones favoritas, la que abre el disco y que ha sido brillantemente ilustrada por el artista Tim Cantor... Shots.


Mi generación parece ser arrastrada por las "modas" que marcan las cadenas de radio juveniles que no cesan de emitir mil canciones iguales, con las mismas voces de niños gritones, las mismas melodías sin sentimiento ni profundidad, y las mismas muñecas vestidas con la misma ropa y cantando las mismas letras superficiales con ritmos que, puede que una o dos veces sean pegadizos, pero que al enésimo plagio ya ralla en lo absurdo y repetitivo... Quedan, desgraciadamente, demasiado lejos los años setenta y ochenta, con su música variada, innovadora y de verdad "bailable", que te llegaba al corazón y te hacía vibrar o dar saltos por la pista de baile... Había comenzado a perder la fe en la música de mi generación cuando, a modo de salvación, fui iluminada por los "inefables" Imagine Dragons.
Como indica el adjetivo, su música es tan fuera de serie que resulta indescriptible, pero, aun así, intentaré transmitir lo que siento al escucharla.
No tres, ni cinco, ni diez, sino absolutamente todas las canciones de Imagine Dragons, sin duda alguna, son perfectas... Son tan variadas, y con unos ritmos tan diversos, tan llenos de vida y personalidad, que no te cansas de escucharlas una y otra vez... Ya sea Summer, The Unknown o Polaroid y su animada letra acerca del amor y la pareja, o Shots, Dream o Hopeless Opus y su existencialismo, o incluso It comes back to you y su ritmo relajado que invita a cerrar los ojos y reflexionar, todas ellas son adictivas, pues no rascan un solo tema hasta agotarlo sino que de forma magistral acarician temas diversos, explorando de esta forma todas las dimensiones del ser humano y ello lo transmiten en sus discos, como si de una antología de la vida se tratara. Así pues, Imagine Dragons pule al detalle la composición de sus canciones, hasta hacerlas hermosas, rebosantes de vida y sentimiento, que es lo que debe transmitir una canción...



Por otra parte, la voz única de Dan Reynolds, los vitales golpes de baqueta de Daniel Platzman, y los imaginativos acordes electrónicos del bajista Ben McKee y del guitarrista Wayne Sermon, se combinan de la mejor forma posible para crear un gigante interpretativo. Los cambios bruscos de ritmo, los tonos electrizantes, los gritos implorantes combinados con dulces susurros, los golpes de batería que marcan un ritmo dinámico y casi mágico, y el acompañamiento de voces, palmadas y efectos exóticos, innovadores e inesperados... todo ello supone un antes y después en mi forma de escuchar música. Es demasiado extraordinario para ser expresado con palabras, y aquí repito el término "inefable", pues solo escuchando sus temas se puede comprender lo dedicados que están a su grupo y sus canciones, cómo las cuidan y cómo las hacen llegar de forma magistral al mundo para formar parte de la banda sonora de nuestras vidas. No es de extrañar, por tanto, que su público, al dejarse llevar por los sonidos envolventes de Imagine Dragons, despliegue unas alas invisibles y se eleve más y más alto, dejando atrás el presente monótono para alcanzar el mundo colorido e imaginativo que dibujan las canciones de la banda.
Finalmente, solo me queda destacar que los vídeos que graban reflejan a la perfección su estética y personalidad. El videoclip de Shots, que os he invitado a disfrutar al principio, fue creado por Tim Cantor de forma que plasma a la perfección la imaginación  y el mundo onírico en el que ahonda Imagine Dragons en este nuevo álbum; por otra parte, el que cierra esta entrada, On top of the world, forma parte de su épico disco debut Night Visions y transmite la fuerza, energía y explosión de sensaciones con la que comenzaron en 2012, así como sus influencias setenteras de la mano de The Beatles.
Espero que os haya gustado esta entrada y que os haya hecho llegar la emoción que siento yo misma al escuchar cualquier tema de Imagine Dragons, a los cuales, sin duda alguna, os recomiendo encarecidamente dedicar vuestro tiempo.