viernes, 22 de enero de 2016

En la tuya o en la mía

Una bonita costumbre casera que estilamos en la familia y supongo que compartimos con multitud de otros hogares es el debate "cocinero" mientras nos reunimos durante una comida o merienda y sintonizamos en la radio nuestro programa favorito de actualidad. Son esos intercambios de pareceres intergeneracionales, a veces acompañados de cierta exaltación, los que te permiten conocer el punto de vista de quienes tienes más cerca durante la mayor parte del día y ensayar con ellos los debates que más tarde entablarás con amigos o compañeros de clase. Luego están esos debates en el cercanías de vuelta a casa que, tras una larga jornada sentados en las incómodas sillas de la facultad, siempre son recordados con una sonrisa por hacernos sentir como verdaderos parlamentarios discutiendo con turno de palabra y todo como si de ello dependiera el mañana. Bueno, mi pasión por defender algunas causas, a veces perdidas, no tiene límite...
Sin embargo, ¿qué tiene que estar pasando para que poco a poco me esté desenganchando de ese maravilloso hábito de preguntármelo todo y discutirlo todo? Parece que en casa hace tiempo que nuestras paredes no son testigos de nuevos cara a cara, y parece que el tren del cercanías nos ha contagiado su misma neutralidad. Yo misma, lejos de considerarme apolítica, cada vez me siento menos dispuesta a discutir, ya que resulta divertido solo cuando es mínimamente difícil defender tu causa por tener que rebatir argumentos sólidos del contrario. Útimamente toda la realidad de actualidad que nos rodea, especialmente la que más nos llega ahora que es la relacionada con la política,  me parece incoherente, absurda, demagógica, hipócrita, circense... alimentada por las redes sociales que en su cara más feroz unen ciertos colectivos como rebaños ciegos aplaudidores de la ignorancia absoluta.
Así que al alejarme un poco de esos programas de actualidad que antes solía escuchar pero que ahora que solo me transmiten una gran impotencia por tener que aguantar toda esta mascarada descubrí un cierto respiro, En la tuya o en la mía. 


La nueva propuesta para TVE de Bertín Osborne me parece más que acertada en estos tiempos que corren. Aunque en mi entorno he escuchado críticas razonables a su programa, de personas dedicadas al periodismo que ven al cantante como un intruso en su mundo, para mí él no es el problema. El problema es que no haya más como él. Ojalá hubiera más profesionales procedentes de cualquier ámbito, que nos propusieran algo tan interesante e innovador como En la tuya o en la mía
El programa básicamente nos presenta a Bertin como un guasón anfitrión que pasa un rato agradable con un ilustre invitado ya sea en la casa del cantante, en su enorme finca de Sevilla con la legendaria parra, o en el hogar del entrevistado. Charlan en un sofá sobre sus vidas, sus pensamientos, sus experiencias, su bagaje artístico... y luego, siempre a petición del hambriento Bertin, cocinan un delicioso plato junto a un par de copas de vino. Como si fueran dos amigos de toda la vida, como si se tratara de tu mismo salón en una reunión de amigos, pero con personalidades que se nos antojan lejanas como Carlos Herrera, Lolita Flores, Carmen Martinez-Bordiú, Adolfo Suárez Illana, Arturo Fernandez, Pedro Sánchez, y hasta Mariano Rajoy, entre muchos otros.



Así, se nos permite conocer sinceramente a personas representantes de nuestra cultura de una forma mucho más cercana y amena, ya que de lo tranparente que es el programa, en él no caben mentiras, verdades disfrazadas o cizaña hipócrita. Un programa en el que sus protagonistas se desnudan emocionalmente frente al espectador, como llega a decir Bertin en alguna ocasión. Un rato, en fin, para nada desperdiciado en el que hasta el invitado que más creías conocer te sorprenderá de lo natural y espontáneo que se muestra. Tanto es así que está claro, pese a las dotes de Bertin de sacar lo mejor de cada entrevistado, quienes tienen más vida y experiencia que otros, quienes, en fin, son los que ya están de vuelta.


Además, es una proyecto hecho con cariño y buen gusto, pues independientemente del encanto de sus protagonistas, las casas siempre están impecables y llenas de vida;  la realización es muy emotiva con la inclusión de retazos de las vidas de los invitados a través de fotografías personales, homenajes en forma de retratos y declaraciones de familiares; la música consiste en preciosas covers de conocidas canciones; al principio y al final se nos lee en voz en off una narración de Bertin acerca de sus invitados y su punto de vista acerca de éstos... Un programa cuidado y hecho con sensibilidad, algo que a mí me falta en la televisión española.
Por último, destacar por supuesto la cantidad de risas que Bertin y sus invitados nos brindan con la parra inmortal, la cocina de inducción imposible de encender, la laberíntica finca sevillana del anfitrión, las partidas de futbolín que disfrazan verdaderas batallas de preguntas... Mis episodios favoritos, sin duda, los que me hicieron reir a carcajadas como el de los Morancos o el de Alaska y Mario Vaquerizo, los que me emocionaron como el de Adolfo Suárez Illana y los que me sorprendieron como los de Mariano Rajoy, Anne Igartiburu y Ramón García o Ana Obregón.
Así pues, dejemos de pensar que Bertin invade la televisión injustamente, pues hoy día existen cantidaes injentes de programas de entrevistas o debates a cargo de periodistas de verdad con propuestas diversas, pero ninguno como Bertin. Y es que él y su forma de llevar En la tuya o en la mía son únicos, inimitables y desde luego, de agradecer. Más, ¡por favor!

Web para ver los programas, y otros detalles: aquí