domingo, 19 de febrero de 2017

City of stars

"Here's to the fools who dream..."

Llevo unas cuantas semanas intentando convencer a una potencial enamorada de La la land para que dé una oportunidad a esta obra maestra. Y es que, desde que la disfruté poco después de su estreno, me tiene encandilada y aun en el metro enchufo los cascos al móvil y me pongo a bailar mentalmente al ritmo de su chispeante soundtrack. Tal vez por ello me he animado a sacudir las telarañas de mi blog, que hace ya un año que no visito por unos horarios cada vez más apretados, para dedicar un obligado post al musical que ha batido récords con sus 14 nominaciones a los Oscar 2017, igualando a Titanic y Eva al desnudo. Así pues, pasen y vean, sean bienvenidos a este "re-opening" que tengo el honor de inaugurar con un film que ha conseguido superar a mi película favorita hasta el momento. Dos horas en las que no fui consciente de haber parpadeado o siquiera respirado. 
¿Por qué "La ciudad de las estrellas" nos tiene a infinidad de personas de todos los tamaños y formas, incluidos articulistas, críticos, y cineastas, alrededor del mundo, hablando de ella? Porque sin duda, como reza una cita estratégicamente colocada en el trailer, "Ya no se hacen películas como esta". A pesar de cosechar algunos enemigos allá por donde pasa, escépticos a la magia seguramente, La la land le ha robado el corazón a miles de espectadores entre los que se encuentra una servidora. Y simultáneamente, no puedo y sí puedo explicarlo con motivos racionales. Mientras estaba sentada en la butaca (por supuesto, sin palomitas), mi cabeza y mi corazón absorbían La la land por los poros, la primera analizaba cada aspecto brillantemente pulido de la película, y el segundo vivía en ella. Y es que es una película hecha para soñar. Para olvidarse por un momento de la realidad y como sus personajes, elevarse bailando en "la ciudad de las estrellas". 
Para empezar, he de defender la historia, el guión original. Algunos la tachan de convencional: "chico y chica se conocen, se enamoran y deben superar un conflicto". ¿A quién queremos engañar? La la land es una película, además de musical, romántica, en esencia, así que por supuesto que narra "chico y chica se conocen, se enamoran y deben superar un conflicto". La clave por la que sus fans creemos que marca la diferencia, es porque creemos que su director lleva la fórmula mucho más allá. No retrata solo el ilusionante amor que sienten el uno por el otro, sino el efecto que tiene ello en su lucha por alcanzar sus sueños. Cómo ese amor les hace sentir más vivos que nunca, les impulsa dándoles alas para volar lejos, aunque quizás al elevarse tan alto pierdan el horizonte. En resumen, una bella historia de perseverancia e ilusión, oda a no perder la confianza en uno mismo y a resurgir de las cenizas, cueste lo que cueste, porque así son los sueños, exigen compromiso y muchas veces conflicto,  pero si se lucha por ellos nada es imposible.
Por otra parte, todo ello cobra vida, como si de un musical de Broadway se tratara, gracias a la forma en que ha sido filmado. La luz y los colores empleados van evolucionando según avanzan los minutos, guiando al espectador en una expresiva y amplia gama cromática para que sienta en cada momento lo que sienten a su vez los personajes, desde el verano y su alegría, hasta el invierno y su frialdad, metafóricamente hablando. Como ya he dicho, es una película que envuelve, que atrapa, y Damien Chazelle, responsable de todo ello, lo consigue utilizando también la música. Y es que los momentos en que parece que el tiempo se detiene y el elenco comienza a bailar y a cantar, no solo permiten avanzar en la historia, con lo que las coreografías no pecan de inútiles, sino que añaden ese toque de magia que me ha hipnotizado hasta el punto de escuchar una vez al día (al menos) alguna de las míticas canciones como, solo por citar dos ejemplos, "Another day of sun" o "Audition (The fools who dream)", tan opuestas y tan vibrantes ambas, pero que me siguen emocionando como el día en que las descubrí. Además, la banda sonora cuenta con una pequeña aportación de John Legend,con lo que a nivel particular, parece que tenía todos los ingredientes para enamorarme. 
Chazelle ya recurre a la música en cada proyecto que lleva a cabo, pues sabe que se trata de los pocos artes que consiguen emocionar de una forma u otra a todo el mundo, pues, ¿quién no tiene algún recuerdo asociado a una canción? ¿quién no ha sonreído o llorado con una melodía de fondo? Ese poder es aprovechado en La la land para crear la atmósfera tan especial que la caracteriza. 
¡Y qué decir de sus dos protagonistas! Grandes merecedores del Oscar ambos, el trabajo de pre-producción aprendiendo a cantar, bailar o incluso a tocar el piano en caso de él, así como la química que desprenden, hacen de Emma Stone y Ryan Gosling una pareja insustituible. Cuando salí del cine sonreí satisfecha por la oportunidad que les había sido dada para lucirse en una película como esta. Ambos ya habían brillado en papeles anteriores, pero hasta ahora no les había visto tocar el cielo, pudiendo además hacerlo como han demostrado encarnando a Mia y Sebastian. Y no, Emma Stone no "hace de sí misma", como critican algunos; ha bordado cada personaje que ha adoptado a lo largo de su carrera con una fuerza magnética, ya fuera una escritora comprometida como en Criadas y señoras, o una hija drogadicta e inestable en Birdman, o una vidente encantadora en Magia a la luz de la luna. Y aquí dando vida a Mia se vuelve a dejar la piel para retratar a esa joven frustrada pero con gloriosas aspiraciones que representa a muchos. Y ni que decir tienen los momentos en que sin apenas nada más que su presencia, ella sola se come la pantalla, como en la escena de la audición con el teléfono móvil, o en su épico solo "to the ones who dream". Gosling por otra parte nos hechiza con solo aparecer en la pantalla, como hace siempre, y nos demuestra una vez más que su camaleónica interpretación le hace superarse en cada proyecto, ya que en esta ocasión no ha tenido problemas en aprender a tocar el piano para hacer justicia al artista talentoso pero perdido como es Sebastian, y al jazz en esencia (razón existencial de Chazelle, por cierto)
Damien Chazelle es un genio, un joven genio que en pocos años desde su descubrimiento nos ha brindado dos joyas como son Whiplash y La la land. Aunque él mismo no se siente aún consagrado, ya tiene un hueco ganado en mi "hall of fame" particular. Ambas películas son abismalmente diferentes. Whiplash, frenética y agotadora, te pone los nervios a flor de piel y el corazón a mil por hora, latiendo casi tan rápido como el de Miles Teller encarnando al aprendiz de batería; La la land, rebosante de luz y magia, proyecta lo que sienten los personajes directamente sobre tu corazón con una armonía preciosa. Pero ambas, a pesar de ser polos opuestos, tienen en común que no te dejan indiferente, que algo mueven dentro de ti. Y eso es lo que aprecio de los grandes directores y lo que me llevará a seguir de cerca el trabajo de Damien Chazelle.
Antes de concluir, solo os recomiendo que en cuanto podáis, vayáis sin demora a beberos La la land, a saborearla y disfrutarla en el cine, ya que la pantalla grande es para lo que ha nacido "La ciudad de las estrellas".