lunes, 24 de septiembre de 2018

La maravillosa Sra. Maisel

Aunque en nuestro país, la divertida e ingeniosa Midge Maisel no se ha hecho demasiado eco (posiblemente debido al escaso marketing en España de su plataforma, Amazon Prime Video), ha arrasado con la temporada de premios americanos este 2018. Globo de Oro por Mejor Serie de Comedia y Mejor Actriz Principal, y varios Emmy la semana pasada, incluidas las categorías más prestigiosas, como son Mejor Serie de Comedia, Mejor Dirección, Mejor Guión, y mejores actrices Principal y Secundaria.
Y es que La maravillosa Sra. Maisel sabe lo que se hace. En su primer episodio, e inmediatamente después de que el logo de Amazon Prime se desvanezca, sin música introductoria ni títulos principales, aparece en pantalla una exultante Miriam "Midge" Maisel vestida de blanco, proponiendo un brindis en su boda y recapitulando de forma hilarante su vida hasta ese momento, provocando no solo en sus invitados sino también en los espectadores, un cariño y una simpatía (y por qué no admitirlo, carcajadas) instantáneos. Los primeros instantes de cualquier producto audiovisual son fundamentales para captar la atención de la audiencia, y, desde luego, la energía con la que Rachel Brosnahan (actriz detrás de Midge) se roba el espectáculo, con su sonrisa encantadora, su expresividad desbordante y sus comentarios inteligentes, supone un prólogo premonitorio de lo que nos mantendrá pegados a la pantalla durante el resto de los ocho episodios que dura su primera, y de momento única, temporada. 
La responsable detrás de este nuevo fenómeno "maravilloso", Amy Sherman-Palladino, fue ya a comienzos del nuevo milenio la creadora de Las chicas Gilmore y en 2017 nos ha vuelto a deleitar con esta nueva producción tan magistralmente ejecutada, y que le ha valido, muy merecidamente, tantos premios este año. 


Nueva York, 1958. Cuatro años después de la escena inicial de la boda, los Maisel son el prototipo de familia judía de buena posición que vive en un inmenso y lujoso apartamento del Upper West Side en Manhattan. Mientras Joel es vicepresidente de la empresa de su familia, Midge se dedica en cuerpo y alma a su marido y a sus dos hijos, siempre con una sonrisa y una gran disposición. Es optimista, alegre y cariñosa, y no duda en apoyar y acompañar a Joel en sus escapadas nocturnas a la parte baja de la ciudad, donde éste actúa de monologuista ante un reducido público en un club nocturno. Sin embargo, todo se tuerce cuando Midge descubre que su marido plagia los números de cómicos de renombre y que, en realidad, es un fracasado con ansias de gloria. Además, esa misma noche, Joel patina como nunca, haciendo el ridículo sobre el escenario y ante su mujer y amigos. Y claro, tratándose de los años cincuenta, él no puede resistir levantarse cada mañana al lado de su perfecta esposa sabiendo que ella ya no lo ve con los mismos ojos, así que la abandona por su secretaria, contratiempo que sume a Midge en el caos. Esa tormentosa velada termina con Midge borracha y en camisón en el metro, dirigiéndose al antro donde actuaba Joel y Midge pensaba que solo se divertían en una aventura en pareja; con la botella del vino que pensaban degustar al día siguiente con el rabino en una mano, y el micrófono en la otra, se sube al escenario para compartir con la involuntaria audiencia las penurias que atraviesa, siempre en clave de humor e ironía. Al día siguiente, tras pagar la fianza por escándalo público y salir del calabozo, Midge regresa a casa y todo el mundo la insta a perseguir a su marido para que vuelva a su lado. Pero ella descubrirá que, a pesar de lo que siempre le han dicho, y de lo que ella misma ha creído, quizás la meta de una mujer no tenga que ser siempre hacer feliz a un hombre y formar una familia perfecta, sino que puede tener otros horizontes a su alcance, si está dispuesta a luchar por ellos, y creer en sí misma. 


Hablábamos antes de la creadora de La maravillosa Sra. Maisel, Amy Sherman-Palladino, responsable del trepidante guión que convierte a esta serie en una auténtica joya de Amazon Prime. Hasta este momento, había subestimado los originales de esta plataforma, pero nada más lejos de la realidad; la Sra. Maisel presenta una trama dinámica que en ningún momento se pierde o se enreda en sí misma, sabe a dónde quiere llegar y nos lleva gustosos hasta allí en un viaje que se nos antojará demasiado breve a pesar de los más de cincuenta minutos que dura cada episodio. 

Y ese Nueva York de 1958, ¡qué Nueva York! Con exquisito gusto y una ambientación cuidada al detalle, la serie refleja la cultura y el arte de la parte baja de la ciudad, los clubs de jazz envueltos en el humo del tabaco, las cafeterías llenas 24/7 de gente variopinta, las tiendas minúsculas de vinilos alternativos, los bares donde jóvenes intentan triunfar subidos al escenario, en un mundo que no siempre es justo, en definitiva, el sabor de la magia de una ciudad que nunca duerme y que cada noche puede deparar una aventura diferente; y, en contraposición, la parte alta de la ciudad y sus exclusivas salas de fiesta, a las que las mujeres acuden orgullosas del brazo de sus exitosos maridos y, engalandas con fabulosos vestidos, se toman cócteles entre la alta sociedad, asisten a exquisitos banquetes en sus enormes apartamentos, y viajan en coches impresionantes pululando alrededor de los rascacielos más despampanantes.  Todo ello acompañado de la banda sonora más típica de los años cincuenta, al ritmo de Frank Sinatra, Peggy Lee, y muchos más. 

Años cincuenta que son aprovechados para hilar esa trama cuya moraleja es, simplemente, la libertad. La libertad de expresión de los cómicos y los músicos de la parte baja, en una época en la que salirse de la rectitud moral se consideraba un delito, como vemos con la detención de Midge y demás humoristas cuando suben un poco el tono; libertad de perseguir tus sueños seas quien seas; libertad de la mujer en una época en la que sus opciones eran muy limitadas: o te casas o te quedas a vestir santos. Una libertad de la mujer que en esa época no era tan fácil obtener, no por las cortapisas de los demás, sino empezando por ellas mismas, que no se daban cuenta de todas las posibilidades que tenían si se decidieran a luchar por ello.
Como vemos en la serie, aunque de forma exagerada, al principio la Sra. Maisel se acuesta arreglada y maquillada para, después de que su marido se duerma, ella se levante de nuevo al baño y se coloque sus rulos y ungüentos que, a la mañana siguiente, se quitará rápidamente para volverse a maquillar minutos antes de que su amado Joel se despierte y la vea así radiante y perfecta. Y así noche tras noche. Vemos cómo se mide cada día los muslos, las caderas, el pecho, para comprobar que sigue todo igual y no excederse porque es posible que entonces deje de gustar a los demás, en especial a Joel. Y, por supuesto, vemos la dependencia absoluta en su marido, lo que no cesan en recordarla sus seres queridos, para que luche por él porque no le queda otra salida.
¿No le queda otra salida? Tras el mal trago de separarse de Joel, y con el apoyo de su inesperada representante y eventual amiga Susie, cuya confianza ciega deposita en Midge en cuanto la ve actuar por primera vez en aquella aciaga noche, la señora Maisel se da cuenta de que tiene al alcance de la mano ser algo más y no dejar caer su talento en saco roto, cuando además lo lleva inherente en el ADN. Hacer reír se le da de miedo, lo hace con genialidad en cada comentario que se le escapa y casi sin pensar, y los espectadores la acompañamos gustosos en su carrera por descubrir de qué es capaz, y convertirse en una verdadera humorista que triunfe sobre los escenarios. 


Por eso, esta historia es tan atractiva. Dulce, llena de vida, que sabe cómo acercarse al espectador, conseguir enamorarnos con sus personajes, reír con el humor que destila cada frase, contar lo que quiere contar sin que quede artificial, ni cándido, ya que en la evolución de la señora Maisel por descubrirse a sí misma, ésta acumula altos y bajos, idas y venidas, típicas de alguien que sale de su zona de confort y decide comprobar de qué es capaz, aunque tenga que volver al piso de sus padres, y hasta buscarse un empleo que, en esa época, para una mujer casada era volver atrás. Pero Midge confía cada vez más en sí misma, y se va superando, de manera encantadora y humorística, pero a la vez coherente y llena de sentido.  Una inspiración y una delicia de personaje, que ha encumbrado a Rachel Brosnahan al papel, por ahora, de su vida.

Pero, asimismo, completan el casting una serie de carismáticos secundarios que hacen un trabajo espléndido y complementan a la señora Maisel a la perfección. Su gruñona confidente y representante Susie, de lengua afilada (Alex Borstein), a la que todo el mundo confunde con un muchacho ("al menos me llaman joven"), y cuya amistad con Midge acaba por brindarnos diálogos genuina y simplemente brillantes (como en sus llamadas telefónicas, o cuando Susie visita por primera vez el "Buckingham Palace" del apartamento de Midge). El indeciso esposo, Joel Maisel (Michael Zegen) cuyo papel en torno a Midge sirve para comparar el cambio en la personalidad de ella del principio de la ficción al final, como él mismo constata. Y los padres de Midge, tan distintos pero tan divertidos y entrañables a partes iguales (Marin Hinkle y Tony Shalhoub), que, preocupados, la ven superar las adversidades y la apoyan, aunque en un tira y afloja muchas veces desternillante, y siempre enternecedor. 

Sin duda, un gran descubrimiento del 2017, que conjuga humor inteligente, una ambientación extraordinaria y actuaciones sublimes para traernos una maravillosa Sra. Maisel de la que esperamos la segunda temporada cuanto antes. Sin nada más, muchas gracias, y buenas noches.