No sé si son los pájaros, que trinan desde el árbol que acaricia mi ventana, o si se trata de un incesante teléfono que no para de chillar. El caso es que me despierto, y, con pereza, abro los ojos, para dejarme invadir por esta magnífica y esperanzadora luz de un sábado por la mañana.
Tras un sueño reparador, me estiro, y acudo presta a la cocina, donde me espera un gran tazón de colacao lleno de Estrellitas...
Con el pijama aun puesto, y mi cabello enredado, reviso la lista de juguetes que deseo para Navidad, y me acurruco entre mis padres en el salón de casa, ante la tele.
Tras escuchar la melodía de cierre de alguno de mis dibujos preferidos, como Scooby-Doo o Sandokán, sonrío confortada, pues se avecina mi programa favorito.
¡Ya está, son las doce de la mañana! Tres compositores con aires pícaros atraviesan la pantalla montados en monopatines de colores, mientras la característica canción de El Conciertazo resuena en nuestros oídos.
En seguida, el presentador al que todos los niños admirábamos, Fernando Argenta, se asoma con su cálida sonrisa, siempre bañado de un freso y contagioso buen humor.
Saluda a los "chavales" de los colegios que acuden en masa a ver el programa, y da comienzo al dulce espectáculo.
Van sonando piezas de música distintas, interpretadas por diferentes orquestas, y amenizadas por un grupo de jóvenes disfrazados, quienes nos hacen llegar con imaginación el significado de aquella obra de arte.
También vemos a varios muñecos y marionetas que, rodeados por ese intenso y colorido decorado, charlan animadamente con Fernando y proponen divertidos juegos a los menudos espectadores. Yo misma, desde el salón, participo con entusiasmo en lo que Fernando prepara, y en ningún momento dejo de sonreír, encantada con este mágico programa musical.
Fernando Argenta siempre fue una especie de mago, a su modo.
Supo hacer llegar la música a todo el mundo, sin excepciones, ya fuese a través de la televisión, con El Conciertazo, o de la radio, con Clásicos Populares.
Utilizó para ello todo tipo de hechizos y pócimas: buen humor, sonrisas, complicidad, energía, ilusión, pasión por la música, originalidad...
Fernando Argenta no solo consiguió que amáramos y entendiéramos la música desde muy pequeños; también transmitió, en todo momento, que la ilusión infantil por hacer las cosas ordinarias de forma extraordinaria, es una actitud que siempre conservamos en nuestro interior, y que solo debemos atrevernos a sacar a la luz.
Él lo hizo, y contagió a los demás su espíritu juvenil.
Nunca olvidaré los buenos momentos que Fernando Argenta me brindó desde que nací, y espero que algún día llegue a transmitir las cosas de una forma tan viva como siempre lo ha hecho él.
Si algún día os apetece rememorar los buenos instantes que Fernando Argenta nos brindó en El Conciertazo, pinchad aquí, donde accederéis a la página correspondiente de rtve.
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