Últimamente he tenido ocasión de sumergirme en el cine español, de la mano de dos geniales películas de comedia: "Tres bodas de más" y "Ocho apellidos vascos".
En la primera, una divertida bióloga debe acudir a las tres bodas de sus ex novios, con el objetivo de quedar bien entre su círculo social. Por el contrario, en la segunda, el "sevillita" más puro de todos debe caer bien a un desconfiado vasco para poder celebrar una boda.
¿Es realmente el cine español cada vez más decadente o merece la pena darle una oportunidad?

Nunca fui especialmente partidaria de las películas españolas. Cada vez que me topaba con una, ya fuera en la tele o en la cartelera del cine, intentaba evitarla.
Primero descubrí, en las casas de mis abuelos, las que se emitían en Cine de Barrio y databan de los años cincuenta, sesenta. Aun resultando entretenidas, al final me parecieron repetitivas, ya que la mayoría de ellas tenían que ver con enredos amorosos o Escobar y "Mi carro me lo robaron..."
Más tarde llegaron numerosos dramas poco llamativos que no hicieron más que alejarme del cine español, como El laberinto del fauno, El orfanato, Ágora, Camino... que mostraban una cara bastante triste, seca y deprimente de nuestro arte nacional, y que con solo leer sus sinopsis conseguían desviarme hacia una gran producción hollywoodiense... A la vez que estas películas sin gracia se extendían sin piedad, creció otro fenómeno en lo relativo a la "comedia": Torrente. Precisamente no contribuyó a reparar el daño causado por los dramas que me habían defraudado en mis años de iniciación al cine, ya que, a pesar de contar con buenos repartos, y buenos cómicos, no se puede decir que Torrente refleje con acierto el humor español, puesto que todas las entregas son absurdas, repetitivas, y, particularmente, no me siento demasiado identificada con su estilo soez y facilón.
Y cuando le tocó el turno a Mario Casas y Tres metros sobre el cielo o Tengo ganas de ti, ya desistí completamente. Al margen de que son películas sin fundamento, ya que ni te ríes, ni lloras, ni te sorprendes, es que no consigues entender apenas las conversaciones entre los personajes...
Finalmente, creo que un buen porcentaje de los españoles acabamos alejándonos de nuestro cine, ya que incluso los expertos afirman que "se pierde más dinero del que se gana" a la hora de hacer una película en nuestro país. No he tenido en cuenta la época, ya lejana, de unos ochenteros Trueba, Almodóvar, Garci... que supusieron un renacimiento del cine español durante los últimos años del pasado siglo. No obstante, como yo no tuve la oportunidad de vivir en aquellos tiempos, no influyeron en mi experiencia cinéfila, por el momento, y no puedo hablar sobre ellos de forma personal. Por otra parte, he de reconocer que, pese a que nunca me gustó nuestro cine, hay un par de "oasis" que disfruté con gusto y quizás me hicieron no perder del todo la esperanza, como La torre de Suso, reflejo de una conmovedora y variopinta historia de amigos, y quizás Mar Adentro, de Amenábar, que me sorprendió ante la fidelidad a los hechos, su contenido reflexivo y su bella fotografía. Aun así, ya digo que fueron todo lagunas en medio de un panorama cinematográfico que no resultaba para nada atractivo.
Sin embargo cuando, guiada por una recomendación desesperada, di una oportunidad a Promoción fantasma, me quedé con ganas de más comedias de ese estilo, fresco y realmente divertido. Quizás debido a que Raúl Arévalo y el resto del reparto están fantásticos, o a que, por fin, logré entender lo que hablaban los adolescentes del colegio encantado, esa película me resultó muy atractiva. Además, es realmente divertida y, lo más importante para atraer al público, original y con personalidad, y animada por una buena banda sonora... Eso mismo me ocurrió con Tres bodas de más u Ocho apellidos vascos. La interpretación de Inma Cuesta, Paco León, Quim Gutiérrez, Martíño Rivas, y, por otro lado, de Dani Rovira, Clara Lago, Carmen Machi y Karra Elejalde, me entusiasmó y, por qué no, me sorprendió. Cada cual adopta su papel con una admirable actitud camaleónica, y los argumentos no rallan para nada en lo repetitivo o aburrido. Son películas originales, con humor inteligente pero desenfadado, y hechas, en fin, con alegría, y dedicación, que es lo que se pide a gritos en estos años de dificultad económica, revueltas y desencanto general. En mi opinión, lo que necesita la gente es ir al cine y encontrarse con una película española con la que se rían sin parar, y con la que se sientan identificados. ¡Y qué mejor forma que retratando nuestras bodas y nuestras diferentes culturas, que son las que enriquecen nuestra personalidad!
Estoy realmente satisfecha con el cine español de los últimos meses, y espero que continúen sorprendiéndonos con filmes como Ocho apellidos vascos, que ya supera en nuestras taquillas al resto de los estrenos estadounidenses.
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